Al salir de la tienda, ya no regreso a la universidad. Me voy directo a mi casa. Ni siquiera me como el emparedado que compré. Subo a mi cuarto y me recuesto en mi cama. Miro el techo de mi habitación por tiempo indefinido. Pienso en lo sucedido un momento atrás. Recuerdo esos ojos mirarme, juzgarme, y no sin razón. Estoy seguro que mi expresión fue la menos amable del mundo. Aunque supongo que él está acostumbrado. Cuando se tiene esa mirada durante toda su vida, estoy seguro que uno llega a acostumbrarse a eso y más.
No sé cuándo me quedo dormido. Tengo pesadillas. Sueño con el asesino que está en todos los noticieros. Sueño en los crímenes que ha hecho. Sueño que realiza nuevos asesinatos, que mata a más personas. Sueño que los tortura mientras les saca los ojos aún estando vivos. Siento su frustración, su ira, una rabia inhumana, un dolor tan intenso que me despierta en medio de la noche. Mi respiración está agitada, inestable. Miro mis manos y estas tiemblan; las paso por mi rostro y secan el sudor que hay en mi frente. Hago respiraciones profundas, con la intención de serenarme un poco. Tardo un rato pero al fin puedo quedarme dormido. Ahora sueño con el chico de ojos hermosos, café y verde. Una armonía tan suave, tan dulce. Si solo no me hubiera congelado en ese momento… De eso es mi sueño. Sobre lo que pude hacer y no hice. Hubiera tomado el emparedado, rozado su mano con sutileza. Hubiera sonreído, preguntarle su nombre. Su nombre… Sueño con su sonrisa, con la alegría surgir en su mirada, en sus ojos, en esos colores tan… perfectos.
Al día siguiente despierto tarde. No voy a mis clases de la mañana y me pienso seriamente en tomarme el día. Preparo café y un pan tostado con mermelada. Con un ligero dolor en la cabeza, me siento en una de las sillas del comedor mientras como mi gran desayuno. Saco mi celular, el cual casi siempre lo tengo en silencio, y checo mis notificaciones. La mayoría son de grupos y páginas de f*******:. Hay un par de mensajes de Nat sobre mi ausencia. Los respondo de inmediato. Le comento que no dormí muy bien y que tal vez me tome el día libre. No obtengo respuesta. Mientras espero, entro a mis r************* . No hay mucho, ni siquiera noticias nuevas del asesino. En cuanto me llega ese pensamiento, mis pesadillas de la noche anterior me asaltan de improviso. El dolor de mi cabeza se intensifica. Aprieto los ojos con fuerza. Veo sangre, escucho gemidos de dolor. Siento las miradas de terror de las víctimas. Siento de nuevo la mirada del chico de ojos de ojos de color. Es muy fuerte, tan intensa. Demasiado real.
Me levanto de mi asiento con rapidez. Dejo la taza de café en la mesa, y la tostada de mermelada a medio comer. Subo a mi habitación, cambio mi ropa de dormir y me pongo lo primero que encuentro. No entiendo la razón, pero una urgencia por volver a ver al chico de ojos de color me golpea con intensidad. Pienso en cómo hacer las cosas bien esta vez. Preparo varios escenarios posibles para poder preguntarle su nombre. Pienso en sus posibles respuestas y en cómo refutarlas. Pienso en las miradas que me dará, en las expresiones que pondrá. Pienso en él y me impulsa a salir de mi casa y adentrarme al intenso sol del exterior.
Tomo el camión que sé que me llevará directamente a él. Me siento en la parte trasera del vehículo y saco mi celular para distraerme un rato. Justo en ese momento, me llega un mensaje de Nat. Me pregunta si estoy bien. Estoy por responderle cuando me envía un link. No leo muy bien las letras azules pero lo abro. Me redirecciona a una página de noticias. El título del artículo está escrito en mayúsculas. El asesino misterioso lo ha vuelto a hacer. Ha vuelto a matar a alguien.
Leo la nota con detenimiento. Aún no ha sido confirmado si el asesintato fue perpetrado por el que mató a los dos chicos y le sacó los ojos. Pero el modus operandi es prácticamente el mismo. La víctima fue atacada sexualmente, apuñalada en sus partes privadas y con los ojos mutilados. El dolor en mi cabeza incrementa conforme leo la nota. Mi pesadilla se hace presente, de nuevo. El autobús desaparece, la gente que me rodea desaparece. Quedamos solo mi celular y yo. Mi celular con esa nota. Esa nota y mis pesadillas.
Camino por un largo pasillo, largo y parcialmente iluminado. Mi rostro se siente caluroso, como si tuviera algo encima. Mis pasos son sordos y pesados. Las piernas me duelen, las manos me sudan. Me doy cuenta que sostengo algo entre mis dedos. Se siente rugoso y duro. Intento bajar la vista para ver qué es, pero no puedo. Mi cuerpo no responde las órdenes que le doy. Camina hasta llegar a una habitación amplia, obscura. Es casi imposible distinguir el bulto que hay en la cama. Se mueve con sutileza, al compás de una respiración relajada. Camino con sigilo hasta situarme frente al rostro calmado que duerme. Mi brazo se estira y mi mano libre roza con suavidad la mejilla de la persona. El tacto es tan real, la piel es tan cálida… Suspiro con fuerza y exhalo entre dientes. Sacudo firmemente al bello durmiente y este abre los ojos de inmediato. El miedo se refleja en su mirada. Su terror atraviesa como una flecha mi pecho, me trae de golpe a la realidad.
Parpadeo varias veces antes de levantar la mirada. Todo parece en orden dentro del autobús. Giro mi cabeza hacia la ventana y me doy cuenta que me he pasado de mi parada. Me levanto por impulso, sin saber muy bien a donde voy. Aprieto el timbre y camino hacia la salida. Cuando el camión se detiene, cuando el calor y el sol se posan sobre mí, recuerdo la razón por la que salí de mi casa.