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1678 Words
—Oh, Dios... —gimió Sam. Traté de seguir el ritmo que llevaba, pero no podía. ¿Qué me estaba pasando? Salí de él y miré mi pene. No estaba excitado, ¿por qué? El castaño se volteó y me miró ceñudo. Estaba en un maldito problema. Llevaba alrededor de cuatro días sin poder tener sexo con mi novio. No sabía el porqué, pero desde que había comenzado a estar más cerca de Jacob, eso estaba pasando. Amaba a Samuel, o eso pensaba. Pero no podía creer, que, de follar todos los jodidos días, pasaríamos a ni siquiera hacerlo. —Estas en otro mundo, —gruñó y se sentó en la cama. —Esto es una mierda. —Lo siento, bebé —me disculpé —En serio, no sé, que me pasa. —Pasa que estas metido todo el día en el puto trabajo, y cuando quiero tener sexo, estas lo suficiente cansado como para dormirte. ¡Esto se está yendo al drenaje, Oliver! —Escucha —tomé su rostro en mis manos para silenciarlo, —Iré al doctor y hablaré con él a ver que me sucede, ¿sí? Sus grandes ojos miel me miraron unos segundos y luego asintió. —Está bien —aceptó. —Te amo. —Yo igual —dije, pero algo se formó en mi estómago. Sentía que estaba mintiendo. (...) Miré al hombre bajándose de su auto y puse mis manos en mi rostro. Mierda, ¿qué hacía persiguiendo a Jacob? Su alto cuerpo entró al edificio donde trabajaba y decidí irme. No podía seguir comportándome así. Estaba mandando todo a la mierda con mi novio. Acelere el auto e inmediatamente mi móvil sonó. Era mi mejor amigo. Mi estómago se revolvió y contesté su llamada, luego de cinco días sin hablar: — ¿Cómo estás? —Hola Jacob, —se burló — Buen día. Me reí y paré a un lado de la carretera; era preferible evitar problemas. —Buenos días. —dije. — ¿Dónde estás? —preguntó. —Uh —musité. Él no podía saber que lo estaba persiguiendo desde que salió de su casa, hasta el trabajo. —En el supermercado, ¿por? —Por nada —su voz risueña entró por mis oídos y no pude evitar sonreír. — ¿Podrías venir a mi oficina? Me congele en mi lugar y mi respiración se hizo pesada. Su tono de voz no era de un amigo invitando a otro; este guardaba algo más. — ¿Para qué? —cuestioné esta vez yo. —Tengo unas horas libres... —su voz bajó hasta casi ser un susurro. Uno muy caliente. — ¿Quieres a tu profesor, Thomas? —sobé mi pene por encima de mi pantalón. Este ya estaba lo suficiente despierto como para comenzar a dolerme tan solo un poco. —Sí, Oliver. —En diez minutos estoy ahí —avisé y colgué. Estaba sorprendido por la rapidez con la estaba manejando. Sabía que corría el riesgo de un accidente o alguna cosa peligrosa, pero no pensaba en nada mas que no fuera Jacob encima mío. Había decidido en tan solo segundos cual sería la posición que le enseñaría esta vez; solo necesitaba una silla y comenzaría su clase. Paré en un semáforo en rojo y gruñí. Precisamente cuando estaba tan excitado, había un caos vehicular. ¡Qué bien! Acelere y luego de más de diez minutos por fin había aparcado delante del edificio donde Jacob era gerente general. Suspiré y sonreí. Le di una leve palmada a mi pene y salí del auto. Corrí a las puertas principales y saludé a las personas que se encontraban allí. Me dirigí a recepción y la misma vieja arrugada de siempre, me sonrió. —Buenas tardes, Señor Reece —Murmuró y fruncí mis cejas. ¿Qué le pasaba? —Buenas tardes —contesté. —Voy para la oficina de Jacob Thomas. —Un segundo —levantó su delgado dedo índice, tomó un teléfono y marcó algunos números. Minutos pasaron y ella seguía pegada a aquel aparato. Mi cara de angustia era visible. Me dolía el pene como el jodido infierno; volteé a mirar todo el lugar y me encontré con los ojos esmeraldas de Jacob. Aliviado dejé la recepción y caminé hacia él, quien no se veía muy feliz. A medida que mis pisadas resonaban en el suelo, Thomas se alejaba directo al ascensor. Al momento que subí a este y las puertas se cerraron; el me empujó haciendo que golpeara mi espalda y gemí por el dolor. Que hijo de puta. — ¿Quién te crees? —resopló —Llevo mucho tiempo esperándote, idiota. Sonreí de medio lado y tomé sus manos. Entrelacé nuestros dedos y lo jalé hasta que su pecho descanso en el mío. Mis ojos quedaron a la altura de su cuello y gruñí frustrado. ¿Por qué era tan alto? Una risa resonó en el lugar y levanté la mirada para ver al ruloso reír. Sabía que le causaba gracia que fuera más bajo que el, pero era lo que había. —No te rías —bufé y tomé sus mejillas posando mis labios encima de los suyos. Puso sus grandes manos a cada lado de mi cabeza y bajó su mano para tocar mi pulsante pene por encima del pantalón. Al momento que lo rozó, las puertas se abrieron y nos alejamos rápidamente. Mi respiración era irregular mientras camina hacia la oficina de Jacob. Su secretaria volteó a mirarnos un poco necesitada y rodé los ojos. Mi amigo me dio paso a su oficina y caminó directo a su escritorio. Se apoyó en él y sus hoyuelos pronto hicieron su aparición. Mordió su labio inferior y mi mano se dirigió al pestillo de la puerta cerrando con seguro, para evitar molestias. El oji— verde quitó su traje en cuestión de segundos bajo mi atenta mirada. Pronto, su cuerpo estaba completamente desnudo y caminé hacia él. Tomé su ingle entre mis manos y comencé a moverlas lentamente, mientras miraba su rostro. Quería ver sus expresiones para así poder guardarlas en mi memoria. —Oh —gimió cuando comencé a mover mi pulgar encima de la cabeza de su pene. —Hoy te enseñaré una nueva posición, bebé —seguí masturbándolo esta vez un poco más rápido. —Se llama “la silla caliente". El elevó sus cejas y me miró confuso. Luego habló: —U— utilizaremos una silla, ¿no? Asentí dándole la razón y me arrodillé. No quería que se corriese todavía, pero siempre había quería probar su polla. Acerqué mis labios a su glande y saqué mi lengua. La pasé desde la base a la punta y Jacob tembló. Tomó mi cabello entre sus manos y rápidamente lo aparte. —No me vuelvas a tocar el cabello —advertí. Odiaba que quisieran tomar el control del sexo cuando estaba. Yo era el único que lo podía tener, y solo dejaría que Thomas lo tuviera cuando le diera el honor de follarme. Metí todo el pene del menor a mi boca y gruñó. Comencé a subir y bajar lentamente mientras miraba sus ojos, que estaban fijos en los míos. Se veía demasiado excitante. Sus labios estaban separados ligeramente, mientras pequeños jadeos salían de ellos. Su pecho subía y bajaba regularmente y chupe con un poco de fuerza para ver como este se tensaba. Seguí unos cuantos segundos más, hasta que mi mandíbula se tensó por el trabajo echo y me levanté. Tomó mis hombros y me pegó a él para besarme. Este era demandante, se notaba su necesidad por mí, y no pude evitar sonreír ligeramente. Me aparté y quité todas las prendas de mi cuerpo, dejándolas ordenadamente encima de un pequeño sofá que había en el recinto. Caminé alrededor del gran escritorio de caoba y me senté en la silla detrás de este. Pronto, levanté mi dedo índice y alenté a Jacob a posicionarse encima mío. Se sentó encima de mis piernas y volteó su cuerpo para abrir un pequeño cajón de la mesa. De este sacó un condón con sabor a fresa y me reí. ¿Por qué no me lo había pasado antes? Amaba las fresas. El hombre encima de mí, me ayudó a ponerlo en su lugar y rápidamente se volteó quedando su espalda en mi cara. — ¿Qué haces? —pregunté. Quería verlo tener su orgasmo, quería poder besarle, y él estaba prohibiéndomelo. —Me gusta más así —susurró seductoramente y decidí pasar el hecho de que no iba a poder ver sus expresiones. Acomodé mi pene en su entrada y lentamente comencé a llenarlo. Al principio Jacob puso su frente encima del escritorio, pero yo lo levanté haciendo que descansara su nuca en mi hombro. Tomé sus caderas y empecé a moverme debajo de él. Mi mejor amigo puso sus manos en mis muslos y me ayudó a hacer las penetraciones mucho más fuertes, provocando que gimiéramos un poco alto. Puse mi mano encima de la boca de Jacob para callar sus gemidos, pero pronto mi dedo índice estuvo entre sus labios. Sentía que iba a morir del jodido calor que tenía. Él sabía cómo calentarme hasta pensar que tal vez me quemaría. Nunca me había excitado tanto en mi vida antes. Thomas, había provocado en mis cosas que nadie más lo había hecho, y no sabía cómo sentirme al respecto. Estaba feliz, porque estaba teniendo el mejor sexo de mi vida; pero había momentos en los que el rostro de Sam aparecía en mis pensamientos, y la culpabilidad llegaba. Aparté estos y seguí follando a mi mejor amigo desde los doce. Los jadeos y gemidos llenaban la sala, y lo más probable era que en la parte de afuera ya supieran que era lo que estaba sucediendo. En realidad, me importaba una mierda. Moví mis caderas cada vez más rápido y tomé el pene de mi compañero para comenzarlo a masturbar. Este empezó a hincharse en mis manos y supe que pronto le daría un orgasmo a Jacob. Paré y el gruñó. Volteó a mirarme y movió sus caderas, haciendo que jadeara. — ¿Ahora qué? —cuestionó. —Voltéate —demandé —Quiero verte llegar. Su semblante cambio y lo hizo en pocos segundos. Su cuerpo encima del mío y sus labios hinchados me hicieron delirar mientras continua con el ritmo de mis acometidas. Besé sus labios vorazmente y en mi estómago comenzó a crecer aquella sensación que tanto conocía. Pude ver por el rostro del rizado que el igualmente estaba llegando a su límite. Así que cuando moví mi mano derecha por quinta vez en su glande, su corrida llegó, manchando todo mi abdomen. El grito que Thomas había dado hizo que volviera a reírme. Estaba loco. Apoyó su frente en mi hombro y lo follé unos cuantos segundos, hasta que mi descarga llenó todo el condón, con sabor a fresa. Agitado caí al respaldo de la silla y mi compañero encima mío. Abracé su cuerpo y el hizo lo mismo. No sabía cuánto tiempo había pasado hasta que unos golpes se oyeron en la puerta y una voz familiar se escuchó. — ¿Amor? La puta madre.
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