Sana
La idea de viajar a la ciudad y encargarme de las compras para la tienda era tentadora. No tenía miedo a lo desconocido, pero aun así, había algo que no encajaba.
Si Cole me hubiera ofrecido esta oportunidad hace dos días, estaría saltando de alegría. Bastian ya estaba a salvo, a poco de marcar a su posible compañera y ya nada me ataría en este lugar. Pero…
No puedo dejar de pensar que al irme, perdería la oportunidad de encontrar mi propio destino.
Destino… maldito destino. Ni siquiera sabía si había uno para mí. Lo único seguro era mi deseo que así fuera.
Ahora que Bastian se encuentra a salvo, me siento perdida. Este pueblo nunca se me hizo tan pequeño, ni sentir tan aislada del mundo. Debía encontrar algo más para hacer, ¿qué? No tenía idea. Ayudar a James a mantener a los forasteros lejos de la manada era una buena excusa para no creer en mi propia soledad.
Al menos así sería útil.
—No me siento bien, desde que Bae se llevó a Bastian, tengo una rara sensación en el pecho— asiento, ayudando a James a bajar de la camioneta. —Trato de comprender los motivos de nuestro alfa, pero no los entiendo. Mantener a Bastian bajo llave estando tan cerca de la luna llena es una locura.
No sé qué decirle. Se supone que su tío Bae es nuestro líder momentáneo hasta que Bastian recupere sus dones. Aunque, estas actitudes de ese hombre, me hacen creer que no está dispuesto a dejarlo asumir el cargo. Cualquiera podría pensar que prefiere verlo morir.
—Es su tío, obviamente no hay motivos para suponer eso. Bae quiere lo mejor para Bastian y lo cuida lo más que puede— digo para tranquilizarlo. Al ser Omega, mi instinto es más fuerte que el suyo y sé que se volvería loco si supiera que también tengo una rara sensación.
Efectivamente, algo anda mal.
—¿Qué fue lo que pasó?— interrogo mientras nos adentramos al bosque. Lo único que sé, es que Bastian fue arrastrado por su tío Bae a las cabañas de la familia Miller y que James necesita cambiar a lobo para correr. Por eso estoy aquí, para cuidar de que ningún humano merodee por la zona y este beta inquieto pueda dejar salir a su animal sin ser visto.
—Estábamos jugando a los golpes y Bae nos vio. Creo que lo tomó como un síntoma de locura y decidió llevárselo. Bastian no pudo hacer nada porque se desmayó— Sonrió, mirándome con sus ojos iluminados con lo que considero que era esperanza. —¿Sabes lo que significa?
—Su lobo lo encerró— Aseguro.
Ya era un hecho. Esa chica era su compañera.
Es sabido que cuando los compañeros se ven obligados a separarse, el animal que vive dentro de ellos, encierran a su parte humana para salir y hacerse cargo de la situación. El lobo de Bastian estaba luchando por salir a la fuerza y así, poder ir con su otra mitad.
Por eso James se sentía tan descompuesto. Su instinto beta y la conexión que tenía con su líder, lo estaba obligando a sufrir lo mismo que él.
Caminamos hasta el centro del bosque e inmediatamente comenzó a quitarse la ropa, pero mi trabajo era mantener la zona asegurada y tuve que detenerlo ante la presencia de un humano.
—Veamos de quién se trata antes de seguir— propuse identificando de dónde venía aquel aroma mezclado con café y carne frita.
—No me agrada la idea de que Bastian se empareje con una humana y parece a propósito que cada veinte años aparezca una para acabar con la vida de un líder.
—No digas eso— pido recordando a la chica. La curiosidad me había llevado a visitarla momentos antes de cruzarme con James y su urgencia por cambiar. Parecía una humana ordinaria, pero poseía un aura fuerte, mejor dicho, un animal imponente detrás de ella. Aun así, se veía inofensiva, como si no supiera que tuviera tal poder.
La chica me recordó a Max. ¿Podría ser? Quizás ella podía ocultar a su animal como aquel beta. Pero, ¿Por qué lo haría? ¿Por qué ocultaría su esencia de Bastian? Sí es evidente que está en celo y que él le pertenece.
Todo era muy extraño, tan absurdo que no me animaba a contárselo a nadie. Todo en ella despertaba mi curiosidad, ¿De dónde vino? ¿Por qué oculta su naturaleza? Lo más loco de todo esto, era que ella no era la única con secretos. Bastian también le había mentido sobre su nombre y yo lo descubrí sin querer al hablar con ella.
¿Qué pasaba entre ellos dos?
—Sana, no puedo— James chilló de dolor cayendo de rodillas al suelo. Aquel movimiento inesperado me sacó de mis pensamientos y pude ponerme en alerta.
Ahora lo reconocía. Era Max y con él había una chica de la manada. Lo extraño, era que su aroma ya no era humano. Su lobo estaba en la superficie completamente.
Ayudé a James a reincorporarse y caminar, hasta que dimos con una escena peculiar. Como había presentido, el lobo de Max estaba fuera y junto a él, una jovencita que lo miraba como si no pudiera creer lo que veía.
—Seolyun— James la llamó y la pequeña aleteó las pestañas con asombro, pues, al parecer, estaba tan al pendiente del lobo frente a ella, que no notó que ya estábamos ahí. —¿Por qué Max cambió?
La niña se interpuso entre el lobo y nosotros, como si tuviese miedo a que le hiciéramos algo. Aunque ese no era el caso. James, en lugar de acercarse a inspeccionar, aprovechó la ocasión para terminar de quitarse la ropa y cambiar al igual que el otro chico.
—Le insistí para que me mostrara su lobo. No me hará daño— comentó apresurada, envolviendo un brazo sobre el cuello del animal. Su extremidad desapareció rápidamente entre el pelaje n***o del lobo e incluso este parecía querer arrastrarse para esconder a la jovencita. Como si ambos buscaran protegerse de nosotros. —¿Quieres correr?— le preguntó mientras que con la mano libre le acariciaba el hocico. El lobo aspiró con fuerza, moviendo la cabeza de un lado a otro, totalmente sumiso y entregado a las caricias de Seolyun. ¿Qué veía?
Cualquiera podría decir que estábamos en presencia de dos compañeros predestinados. Porque de otra forma, ese animal no se comportaría tan a gusto con una pequeña Omega.
Me dolió.
Los cambiaformas no podemos sentir celos, solo un instinto de posesión y era eso lo que estaba sintiendo al ver la escena. El pecho me dolió al pensar en la probabilidad de que Max tuviera el destino asegurado con esta niña y que, quizás, lo de anoche era solo un desahogo de su animal, ya que a ella le falta madurar para complacerlo.
No debería importarme. Soy Omega y mi deber es estar a la disposición de los betas. Incluso, sabiendo que no soy su Mate. Lo hice durante los últimos seis años, mi lado humano se enamoró de un hombre que siempre supe que no podría tener. Entonces, ¿por qué se siente diferente?
—¿Qué sucede con James?— la chica preguntó y dios… tuve que respirar profundo para ocultar la frustración que su rostro juvenil y feliz me provocaba. Porque ella, al igual que yo, comprendió que Max le pertenecía y su alegría era un puñal que destrozaba mis esperanzas.
—Solo necesita correr. Estará bien después de eso— comenté.
Por dentro no quería compartir detalles con ella. Era una niña después de todo.
Una vez que los dos lobos transformados se hicieron señas, comenzaron a correr en dirección a las colinas del bosque, dejándonos a las Omegas de cuidadoras. Fue recién cuando ambos desaparecieron, que pude poner en orden mis pensamientos.
—hizo un desastre con su ropa, cualquiera podría decir que cambió en contra de su voluntad— le digo señalando la ropa de Max tirada en el suelo.
Las zapatillas deportivas estaban a dos metros de distancia una con la otra, como si hubieran sido arrojadas sin cuidado. Una camiseta pesada, abierta a un lado del hombro y la ropa interior dividida en varias partes.
—Sí, no quería desnudarse frente a mí. Eso es obvio— Contestó rápido y con una seguridad imposible de no creer.
Quizás, ese era el caso o esta chica era una buena mentirosa. De todas formas la ignoré, no era mi problema lo que sucedió entre ellos.
—Eres Sana, ¿Verdad? La chica de Bastian— preguntó después de varios minutos en los que no hacíamos más que mirar el sendero por dónde los betas habían desaparecido. La miré asintiendo, un poco ofendida por como me veía. Aunque no era su culpa, ya que todos los jóvenes en la manada me reconocían por ser la amiga de Bastian o la “chica milagro” para los mayores. —¿Trabajas con su madre? Me encanta la ropa que vende Cole. Espero que no cierre su tienda nunca, porque algún día tendrá que vestirme para mi primera fiesta de invierno.
—Falta mucho para eso— Contesté seca, hasta yo misma me asqueé de lo molesta y grosera que soné. —Quiero decir. Si nuestros planes a futuro marchan bien, tenemos pensado ampliar el negocio y agregar un salón de belleza. Si tienes suerte, no solo te vestirá, también te convertirá en la jovencita más llamativa de Molino.
Odié su sonrisa y sus ojos iluminados. Ella tenía suerte, demasiada para la poca edad que poseía. ¿Por qué el destino se empeñaba en verme miserable?
Y no, no siento odio hacia ella. Después de todo, esta pequeña no tiene la culpa de mis desgracias. Pero no puedo dejar de pensar que soy minúscula junto a ella.
—Suerte es mi segundo nombre— Dijo sonriendo.
—Veo que sí— comenté en referencia a Max sin necesidad de ser demasiado directa. Ella lo comprendió porque sus mejillas no tardaron en cambiar a un rojo carmesí. —Podrías ayudarnos. Vamos a necesitar gente que se quiera unir a la causa y tú eres joven. ¿No te gustaría estudiar cosmetología o peluquería?
—oh, no, no— sacudió sus manos, borrando mis palabras. —Voy a ser maestra de historia. Me encargaré de enseñarle a los niños del pueblo toda la verdad sobre nuestra r**a. Algún día, seré la directora de la escuela y erradicaré a todos los humanos con mente cerrada que nos ven como una especie extinta.
Su entusiasmo era contagioso, no voy a negarlo, hasta podría asegurar que me reí de manera inconsciente al oírla tan segura y orgullosa. —Pero, es mejor que lo crean. Ya hemos tenido demasiados problemas con los humanos.
—No lo creo. No somos ni más, ni menos que ellos. Merecemos nuestro lugar y dejar de escondernos como criminales.
Asentí, aunque no estaba segura de compartir ese pensamiento futurista.
—Busquemos a los hombres. Alguien se acerca— dijo levantando una canasta que no había visto antes. Yo hice lo mismo con la ropa de James, aunque estaba distraída oyéndola y todavía no había sentido ninguna presencia extraña. —Rápido, Sana. No se ve amigable— Me apuró, obligándome a permanecer en modo alerta.
El recuerdo de hace once años me paralizó un momento.
Tenía unos quince y comenzaba a florecer como Omega. Tiana, mi mejor amiga en ese momento, era la beta de Bastian y aunque teníamos la misma edad, ella llevaba varios años pudiendo cambiar a loba y yo no. Eso me daba curiosidad. Quería saber lo que se sentía, correr con ella y unirme a las carreras que hacían con los chicos en luna llena. Pero mi instinto Omega no me lo permitía, porque nosotros no podemos cambiar a voluntad.
La curiosidad había sido mi peor enemiga. Porque de no ser por eso, no habría ignorado el pedido de mi padre cuando me habló del peligro que significaba la luna de invierno para una chica de mi edad. Salí igual, quería ver a mis amigos convertidos correr en la noche blanca. Sin saber, que la nieve se convertiría sangre, la curiosidad en miedo y el destino en algo inalcanzable para mí.