Cambios

2608 Words
Max Aceleré tanto como el motor me permitía. Seolyun se sujetó con fuerza de mi cintura, pero estirando la cabeza para que el aire frío le diera de lleno en el rostro. Según ella, era la primera vez que se subía a una moto y quería experimentar la sensación y de como la adrenalina le hacía latir el corazón. Para mí también era nuevo. Amaba la velocidad y obviamente la compañía, pero al vivir en una ciudad grande, nunca tuve la oportunidad de hacerlo. Incluso, fue el primer deseo que tuve la otra noche que crucé por esta larga carretera que servía de entrada al pueblo. Aunque en ese momento, anhelaba que mi acompañante fuera Samantha. Fue lindo, también estúpido ignorar las señales que aconsejaban bajar la velocidad. El suelo estaba congelado y las probabilidades de un accidente eran obvias. Pero Seolyun, se veía tan entusiasmada, que no me importó. La mantendría a salvo. Al pasar las horas, la sensación de ahogamiento y tristeza desaparecieron nuevamente de mi sistema. Quería creer que se debía a la compañía o al hecho de que estaba comenzando a familiarizarme con el lugar, pero por dentro, la tranquilidad de mi lobo me avisaba que la razón, irónicamente, era a causa de mi peor miedo. La felicidad de Samantha. La posibilidad de que haya encontrado a su compañero nunca lo sentí tan latente como hasta hora. Traté de ignorar esos pensamientos, pues, pensar que Samantha podría estar con otro no le hacía bien a mi corazón. Pero, otra vez, la sensación de paz me confundía. ¿Qué tenía Seolyun que me mantenía tan sereno? —El frío ahuyenta a los animales. Deberías ver este lugar en verano. Hay zorros, ardillas, conejos— la miraba atento, mientras ella enumeraba las diferentes especies que el bosque escondía. Su emoción, ahora era mía, porque no solo hablaba, también señalaba en dónde estaban los escondites de cada uno y lo hacía con tanta gracia y apego, que me era imposible no sentirme a gusto. Ella parecía una pequeña hada del bosque, cuidando e iluminando todo a su alrededor. No sé por cuánto tiempo caminamos en el bosque frío, aunque en ese momento no fue de importancia. Ni siquiera me había detenido a pensar en el pedido de su madre sobre no merodear en este sitio. La pequeña mandaba y yo solo la seguía cargando una canasta con alimentos, como si fuera un esclavo cuidando de su ama. —Seol, siendo sincero, nunca había estado tan cerca de una Omega y aquí hay muchas. Me cuesta comprender lo que mi lobo siente o quiere estando aquí— Confesé, esperando que ella tuviera las respuestas. Algo me decía que sí. —Debe ser curiosidad. No deberías sentir nada. A no ser que…— Me miró, con sus ojitos inspeccionándome el rostro. —¿Qué edad tiene tu chica? —¿Samantha? Diecinueve— Sonrió y supe que tenía una respuesta. Mi corazón latió a la espera. —No puedes sentir el celo si tu líder está atravesando el primero siendo tan joven, quiere decir que a ti te quedan muchos años— Creo que mi rostro le mostró la confusión que sentía, porque chasqueó la lengua antes de seguir. —Bastian, está soportando el celo hace ya varios años. Lo que significa, que si tu chica, es realmente su compañera, ni bien se una a ella, James no tardará en ser el próximo y lo hará con una urgencia que podría ser peligrosa. Mientras que tú seguirás como hasta ahora por unos años más. —¿Cómo sabes que Bastian y ella…?— No terminé la pregunta porque comenzó a carcajear. —Todos en el pueblo hablan de lo mismo. Los ancianos están entusiasmados con la idea de que, por fin, Bastian encontró a su compañera. Aunque…— Me apuntó con un dedo directamente a la cara. —Dicen que es humana. Mentiste— Había reproche en su tono y eso me dolió, porque ella era para mí, cómo una luz de esperanza en medio de la oscuridad asfixiante en la que viví toda mi vida. Lo último que quería, era que me viese como un tramposo que solo la utiliza para conseguir algo. —Lo es— me defendí, acercándome para que vea la sinceridad en mi mirada. Ni siquiera podía comprender el porqué me importaba tanto que no me viese como mentiroso. —Es difícil de explicar, porque no conozco los motivos que llevaron a su padre a ocultarle su naturaleza, pero es así. —¿Cómo?— desafió alzando el mentón. Sonreí al verla tan decidida. —Su madre no es cambiaformas. Por alguna razón, su padre, quien es el alfa de nuestra pequeña manada, la crío como si fuera una humana ordinaria. Ella, jamás hizo un cambio. —¿Qué?— su rostro se desfiguró. —¿Diecinueve años y nunca cambió a lobo? Peor, ¿Está en celo? ¡Es una locura! —Lo sé, lo sé— froté mi rostro con exasperación. Si Seolyun creía que esto estaba mal, debía ser así. —Por eso estoy aquí. Necesito saber por qué su padre esperó a que tuviera el primer celo para hablarle de este lugar. —Max, esto es muy peligroso. Ningún cambiaformas ha sobrevivido al primer cambio si este ocurre junto al celo y en verdad, quisiera ayudarte, pero es la primera vez que oigo algo así. Qué su padre sea alfa y permita esto, no tiene explicación. —Tiene que haber una— Me sentía devastado, tan asustado por la probabilidad de perder a Samantha, que poco me importó si Bastian era realmente su compañero. Ahora, el miedo me hacía dejar de lado mis sentimientos y todo tipo de egoísmo. La quería viva, aunque eso significaba que no regresaría a mis brazos. —Bueno, mírale el lado positivo— comentó terminando de cortar la distancia. Sus manitos tibias, acunaron mi rostro y recién ahí noté que me había sentado en lo que parecían piedras altas. Ni siquiera supe cómo llegué a esa posición o en qué momento se acercó tanto. Pero su tacto y esa dulce sensación que su presencia me producía, fue lo único que necesité para recuperar la calma. —Los betas protectores son como una extensión de los alfas. Tus dones, incluso tus emociones e instintos, se deben amoldar a ella. Por eso eres capaz de esconder a tu lobo de esa manera. No es algo malo, es bueno, porque eso demuestra que esa unión entre ustedes es real, ya que ella debe estar pasando lo mismo. Tu animal está queriendo salir y debes dejarlo. Es la única manera en la que puedes ayudarla. Hay conexión entre ustedes y si tú dejas que sea libre, el de ella se sentirá seguro de hacer lo mismo. Sus palabras me dieron alivio. Al vivir en exilio por tantos años, había cosas que no comprendía y ella, poco a poco, sin quererlo, me devolvía la seguridad. Ahora, tenía la certeza de que no era el celo lunar lo que mantenía a mi lobo inquieto. Era la conexión que tenía con Samantha y el deseo de su loba por sentirse libre, el cual obligaba al mío a despertar. —Aunque así fuera. Hubo veces en las que sentí el celo. Bueno— traté de corregirme. —No es celo en sí, pero es una necesidad extraña— Obviamente no iba a explicar ni a preguntar directamente, pero no podía dejar de pensar en como mi animal se había descontrolado anoche con Sana. —Los líderes son los primeros en sentir el celo, solo después, sus betas experimentan los síntomas. La confusión regresó a mí de manera inmediata. Aquí había algo que no comprendía y dudaba que ella tuviera respuestas o quizás sí, pero para obtenerlas, debía darle detalles de mi manada, cosa que no estaba seguro de como lo tomaría. —Mi madre es la beta protectora de mi alfa y ella encontró a su compañero antes que él— comenté y la vi rodar los ojos. —Solo el destino puede hacer excepciones. Cuando Yuri murió, su sucesor tuvo que hacerse cargo de la protección, no solo de la manada, también de la familia que el líder dejó. Su compañera y su pequeña hija. —Samuel— comenté. Ella asintió quitándome la canasta que celosamente sostenía en mis manos. —El lobo de Samuel, reconoció a su compañera antes del celo. La niña, fruto del amor entre Yuri y aquella humana— Arqueó una ceja en mi dirección, esperando, quizás, detalles de aquello que estaba pensando. —Aunque no tenía manera de saber que la niña era su compañera, los ancianos lo notaron y decidieron alejarlo de ella por un tiempo, hasta que la niña madurara y gracias a eso sus betas pudieron entrar en celo, porque el lobo de Samuel nunca conocería la locura lunar. Me quedé en silencio, pese a que Seolyun esperaba que dijera algo. Pero, ¿Cómo podría? La información era tan inesperada y absurda, que no cabía en mi cabeza. Porque, de ser cierto lo que decía, significaba que Samantha, era la descendencia directa de Yuri, aquel alfa poderoso que murió a manos de su propia manada. —¿Sabes lo que pasó con Samuel y la humana?— Negó triste pasándome un sándwich. —Necesito saber lo que pasó hace veinte años. Creo que así comprendería muchas cosas. Sacó un termo de café caliente de la canasta y comenzó a servir sin mirarme. Quizás no sabía o no tenía permitido decirlo. —Seol, si sabes algo, por favor. —No— contestó seca. Entonces me miró extendiendo el café en mi dirección. —Nadie sabe realmente lo que ocurrió hace veinte años. Sé que hubo una guerra entre humanos y cambiaformas, pero no sé cómo inició. Solo cuando el niño regrese, si es que está con vida, podrá devolver la memoria a la manada. —¿Qué niño?— Pregunté al mismo tiempo que nuestros ojos se encontraron. Por alguna razón, esa conexión nos hizo reír. —Cuando un Alfa muere, solo su cuerpo desaparece. Sus dones quedan para cuidar la manada y solo regresan en momentos de necesidad. Así pasó con Yuri y con los líderes que murieron en sus manos. Sus dones aparecieron para proteger a la manada hace veinte años. Se dice que Bastian, obtuvo el don de las visiones y por eso fue elegido como líder. Gracias a él, pudieron saber por dónde comenzaría la masacre y evitarla. Pero había otro niño, hijo de la beta de Samuel. Él tenía el don mágico de curar humanos, cosa que ni siquiera Yuri podía hacer. Nosotros no nos enfermamos, por lo que ese don nunca fue necesario. El niño curó a la compañera humana de Samuel y al niño que tenía en el vientre. Y sí, eso no fuera suficiente, también tenía el don de borrar memorias. Por alguna razón, ese don llegó a él y lo utilizó para confundir a los humanos y terminar con la guerra. Pero eso también provocó que Bastian perdiera la memoria, ya que era muy pequeño y nunca más pudo tener visiones, por eso todavía no asume su cargo. Se cree que cuando ese niño regrese, traerá de devuelta los dones de Bastian y la manada volverá a ser próspera. Estaremos más protegidos de los forasteros y podremos reconocer otra vez a nuestro compañero solo por su olor. ¿Sabías eso? Llevamos veinte años sin ser capaces de reconocer a nuestros compañeros, hoy la única manera de saberlo, es… bueno, teniendo relaciones. Parpadeé, mirando la mitad de mi sandwich sin comer entre mis dedos. El café, ya tibio, no ayudaba a quitarme el nudo de la garganta y creo que Seolyun podía sentir lo abrumado que sus palabras me dejaron, porque no tardó en abandonar su almuerzo para acercarse. —Nadie sabe lo que pasó con Samuel después de esa noche. Algunos piensan que sus betas murieron y que él no pudo con el dolor de perderlos y por eso se fue. Otros, entre ellos mi abuelo, quien es el que me contó todo a cerca de nuestra historia, creen que Samuel y sus betas, se fueron para cambiar el destino que Bastian vio de pequeño. —¿Qué es lo que vio?— pregunté susurrando, pues no necesitaba alzar la voz para que me escuchara. —Solo Samuel y sus betas lo saben. Pero debe ser algo grande para que ellos hayan decidido alejarse de la manada. ¿No crees? Algo grande, lo suficientemente importante como para mantener a su hija oculta durante veinte años. Tan grande, que esperó para enviarla aquí a una muerte casi segura. —Supongo que solo es cuestión de tiempo para que todos los secretos salgan a la luz— comenté. Ya me sentía un poco más relajado. Ahora sabía que estaba en mí ayudar a Samantha. Solo tenía que dejar salir a mi lobo para que el de ella se sienta segura. Aunque eso también significaba que los dones de Bastian regresarían. El único problema, era que Samantha estaba celo y no alcanzaría con dejar salir a mi lobo y correr. Debía saciarlo para que su loba hiciera lo mismo. Ahora comprendo que aquello que supuse que era mi celo, no era más que la necesidad de Samantha. Quizás, ella no se haya animado todavía a dar ese paso. ¿Y yo? Nunca estuve con otra mujer que no fuera Samantha. Jamás lo necesité y he sabido rechazar ofertas de sexo rápido en el pasado. ¿Sería capaz? Los recuerdos de la noche anterior me dicen que sí. Pero mi corazón humano, leal a Samantha no me permite pensar en engañarla. —Quizás nunca lo sabremos— Contestó la pequeña con la boca llena y las comisuras repletas de aderezos. —Estoy seguro de que sí— sonreí limpiando los restos de mayonesa que escurrían de sus labios. Ella hizo lo mismo conmigo, como si tuviera la obligación de devolver el favor. Eso me hizo pensar en lo egoísta que estaba siendo con ella. Seolyun, más allá de su afición nata y orgullo que presume a la hora de contar la historia de su r**a, no tenía idea de quién soy en realidad. Ni siquiera yo sabía hasta que ella me lo dijo. —Yo soy ese niño. —¿Qué?— parpadeó, mirando a los lados. —¿Quién? —Soy el hijo de Suni— Sus ojos se abriendo exageradamente en mi dirección. Jadeó y me tapó la boca con sus manitos. —No tengas miedo— traté de apartarme, pero parecía poseída impidiendo que hablara. —Seol, soy ese niño. Tú acabas de confirmarlo. Mi madre es la beta de Samuel. —Silencio— me suplicó. No comprendí su actitud, hasta que el olor a otra Omega me dio aviso de que ya no estábamos solos. —Lo que dices es peligroso. Hay gente aquí que está esperando el regreso de Samuel para matarlo a él y a su hijo. —¿Matar a Samantha? Me paralicé al comprender más de lo que quería. Samantha corría peligro aquí y por eso su padre estaba tan enloquecido con que no le perdiera el rastro y no se supiera nuestras verdaderas identidades. En ese momento quise correr a buscarla. Sabía que por el horario estaría en la tienda de su abuela, pero mi lobo quedó anclado. La visión se me nubló varios segundos, el sudor, pese al frío, me recorrió la espalda, hasta que ya no fui capaz de oír nada más y la oscuridad se adueñó de mí.
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