Destino

1705 Words
Max No sé por cuánto tiempo dormí, pero se siente como si hubiese pasado un siglo metido en la cama. Mi cuerpo, totalmente entumecido y mi cerebro adormilado me daba la sensación de estar en un coma consciente. Me quedo así por varios minutos, echado boca arriba con los ojos clavados en el techo, hasta que el olor de una dulce Omega inunda mi sistema y eso, al parecer, me devuelve a la realidad de manera abrumadora. Todo lo acontecido desde que llegué a este infierno, pasa por mi mente como si fuera una película de terror. Mi lobo, hambriento de deseo. Pero no solo la clase de deseo que te lleva a follar con una desconocida. Él quería recuperar el tiempo perdido. Envolverse de su cultura, historia y esas conexiones de la sangre que son un mito para los humanos. Explorar, conocer cada rincón de la manada e incluso, de los lazos abrumadores con otros cambiaformas. Ansiedad, miedo, curiosidad… Todo se amontona en mi pecho, provocando que mi corazón golpee con fuerza y me asfixiara. Porque, no era solo yo, también era ella. Samantha y todo aquello que vino a buscar aquí y que, ahora, tenía la seguridad de que encontraría. Un compañero. Se me forma un nudo en la garganta al suponer que es capaz de olvidar todo lo tuvimos y dejarme atrás y no me queda otra alternativa más que lamentarme y odiar a todos aquellos que, supuestamente, debían proteger mi integridad. Mis padres, Samuel. Todos ellos conspiraron en mi contra. Me dejaron sin elección y me arrastraron a una vida para cuál ningún cambia formas estaría preparado. Ellos, me dejaron vivir apartado de mi manada, ignorante de los lazos y deseos lobunos. Me permitieron crecer engañado, solo para que llegado este día, me rompa en mil pedazos. —¿Qué estoy haciendo aquí?— Esto es una locura. La loba de Samantha encontrará a su compañero, lo sé. Lo está buscando o de otra forma no habría aceptado venir aquí, ella no me dejaría por mentiras, me habría buscado para hablar, para que le explicara. ¿Qué la engañé con una simple humana? Es una locura el solo suponerlo. Aunque no podía juzgarla por creerlo, ya que, Samantha fue criada como humana y no tiene idea del lazo que nos une, ni tampoco comprende los motivos que me llevaron a ayudar a mi amiga Alice. O sea, ¿Cómo le hubiese explicado? Alice tenía problemas con su padre, este la golpeaba cada vez que podía y mi lado protector salió a flote. Mucho más, cuando esa chica inconsciente decidió tener sexo sin protección con un cobarde que ni bien se enteró de las consecuencias, huyó. Fue ahí cuando decidí dejarla quedar en mi departamento. Solo fue una noche, pero alcanzó para que la gente hablara y sacara sus propias conclusiones. Poco me importaba, pues yo conocía a mi novia y sabía que ella comprendería la situación. Lo que no sabía, ni siquiera había visto como opción, era que su loba aprovecharía esa oportunidad para convencerla y traerla aquí. Entonces, sus manos suaves me devuelven la cordura. Limpia mis mejillas húmedas y no solo eso. Por alguna razón, ese acto dulce y desinteresado, calma a mi corazón. La soledad que me ahogaba, la cual parecía hundirme cada vez en una miseria interminable, se disipó. Magia. No, fue un beso. El beso de una pequeña Omega. —Me rompes el corazón— Susurró y lo hizo con voz tan quebrada, que cualquiera podría decir que en verdad podía sentir mi dolor. —El destino actúa de manera extraña. Pero siempre te guiará hacia tu felicidad. Quizás, no estás aquí por los motivos que crees. Si el destino te trajo, debe ser por algo más grande, algo de lo que todavía no tienes idea. Con mucha dificulta, giré la cabeza para verla. Seolyun estaba sentada junto a mí, con sus ojitos curiosos, observando cada uno de mis movimientos. Suspiré aliviado, porque ahora sabía que esta niña era como la calma en la tempestad para mí y eso, en lugar de alarmarme, me reconfortó. —Perdón, Maxi. Estaba preocupada por ti. Mamá dijo que llegaste en medio de la tormenta y ya es casi la hora de almorzar y no has bajado— Sonreí por su preocupación, a la vez, me odié por hacerla sentir así. —Ya te vi, estás entero. Así que te dejaré en paz. Se levantó, pero no llegó a girar para irse, que sus fosas nasales se ensancharon y su cabecita se ladeó a un lado con curiosidad. Había olido a mi lobo y eso, por alguna razón, la sorprendió. Estiré una mano, hasta el bordillo de la sudadera ancha que traía por la mitad de los muslos y de un jalón, logré impedir su huida. —Por lo visto, solo necesitabas descansar— susurró, barriendo la maraña de cabellos que cubrían mi rostro. Y ese acto, aunque fue tierno y no tan invasivo como tenerla ocupando espacio en mi cama, me confundió. Mi lobo estaba en el exterior y temí por lo que eso significaba. Seolyun era solo una niña y yo un beta acostumbrándose a la primera luna llena de invierno, la más letal, la que podría sacar a mi animal a la fuerza. Mierda. ¿Me ponía así aun cuando no estoy en celo? Me asusté y odié a mi madre con el alma. Porque, si en verdad esta luna es tan peligrosa, ¿Cómo me deja venir sin preparación? —Seolyun, Creo que debes irte— dije a duras penas y ella se asombró con ese pedido. ¿Y quién no? Acababa de detener su huida y ahora la echaba. Seguramente, debe pensar que enloquecí. —Oye, estarás bien— dijo tomando mi rostro y cuando se inclinó, tuve que apretar los puños para contenerme. De no haberlo hecho, el beso inocente que paró en mi mejilla, hubiese terminado en mis labios y eso sería algo imperdonable. Porque, una cosa era tocar y manosear a una Omega adulta, pero ¿una niña? Joder, no. No me iba a comportar como si fuera un sucio forastero. Mucho menos con Seolyun, que era la inocencia y ternura caminando en dos patas flacas. —Sé lo que te pasa, pero no es correcto— ni bien habló, mis ojos casi se salieron del cuenco. Podría haber una probabilidad de que estuviera atravesando el celo y no reconociera las señales. Dios, no. Es una locura, Quizás, el hecho de mantener a mi lobo atado me estuviera cegando de la realidad. —Digo, que estás equivocado. Tu lobo no me haría daño. A pesar de creerle, sentí pánico de lo que podría suceder. El recuerdo de anoche regresa a mí. La manera tan desesperada en la que mi lobo tomó a Sana, como había estado a punto de remover mi m*****o para follar con ella aun estando de pie, como… me fue imposible detenerlo hasta que ella lo pidió. Me levanté de la cama, como si no hubiera estado entumecido minutos atrás solo para descubrir que ni siquiera estoy vestido de manera decente. Me dormí en boxer y una camiseta fina. Más allá de lo mal que se veía estar en esas fachas frente a una niña, sirvió para calmarme, ya que pude notar que no era excitación lo que estaba sintiendo. Mi lobo estaba en el exterior, entusiasmado, eufórico, pero no era sexo lo que pretendía. —¿Quieres saber lo que te está pasando?— preguntó extendiendo mi pantalón para que lo tomara. Asentí, obviamente quería saber y no tenía dudas de que Seolyun tenía todas las respuestas para mí. —Vístete, daremos un paseo. Diciendo esto, la niña salió de la habitación, dejándome más confundido que nunca. *** —Seol, es peligroso. Sabes que no puedes salir sola cuando hay lobos desconocidos en todos lados— oía la discusión de hermanos y eso que todavía no había salido del hostal y ellos estaban en la calle. Con cuidado de no ser descubierto, los espié a través de los ventanales y pude notar como Seolyun intentaba escapar montada en su bicicleta. La escena me hizo carcajear. —Siempre es lo mismo con ellos. No recuerdo un solo día en que no hayan peleado— volteo y veo a la madre de los menores de pie junto a mí. Pero no hay irritación, ni cansancio en su mirada, al contrario. Al parecer la escena le provoca tanta gracia como a mí. —Seguramente, Blad terminará acompañándola en su paseo. Es la única manera en la que se quedará tranquilo. —Señora. Si me lo permite, me gustaría dar ese paseo con Seolyun. Prometo mantenerla a salvo y traerla de regreso antes de que anochezca. Su semblante cambió. Sus ojos se cerraron con lentitud e inhaló tan hondo, que sus fosas nasales se ensancharon visiblemente. Suponía que estaba tomando sus precauciones. Al final de cuentas, yo era un desconocido que le pedía permiso para salir con su hija menor. No podía ofenderme por eso. —Seol… no hace otra cosa más que hablar de ti— confesó clavando su mirada en la mía. —Ella es mi tesoro más preciado y si algo le sucediera… —Entiendo. No se preocupe, Blad puede venir con nosotros o podríamos dejarlo para otra ocasión— dije sincero, lo último que quería era que me vieran como una amenaza. La mujer negó con la cabeza y sacudiendo las manos me silenció. —Si fueras una amenaza, Seol no se acercaría a ti. Los lobos que vienen al pueblo, no importa que sean desconocidos, siempre buscarán cuidar a los de su r**a. Pero hay otros que no y no es difícil diferenciarlos. Tienes mi permiso, pero no tienen permitido meterse en el bosque. Y obviamente que eso era suficiente. Seolyun tenía su instinto de supervivencia muy encendido y de ser una amenaza, ya lo sabría. Pensar en eso disminuyó considerablemente el miedo a cerca de mi lobo atravesando la locura lunar. Si Seolyun se sentía cómoda estando a solas conmigo, solo significaba que mi animal estaba bien. Pero, ¿Qué me sucedía? ¿Qué eran todas esas emociones que estaba sintiendo? Bueno… con ella lo sabría.
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