Para Esteban se había desatado el infierno, desde que ella se fue. Por un par de días estuvo en la casa, esperando que se retractara y apareciera en la cabaña, pero cuando se dio cuenta de que no iba a regresar, tomó la decisión de salir a buscarla. El primer sitio que visitó fue la mansión de los Pazzi, lo recibió la nana de Rosella, quien miró detrás de él buscándola. —¿Y mi niña, dónde está? —preguntó la mujer con tono impaciente. Ante su silencio, lo recorrió de pies a cabeza y se dio cuenta de que algo le pasaba, sobre todo al ver sus profundas ojeras y su aspecto desaliñado. Esteban se armó de valor, tratando de encontrar las palabras adecuadas para contarle, aunque independientemente de cómo lo dijera, sabía que nada bueno le esperaba, solo la ira de la nana y de Fausto. —Ella…

