El Entrenamiento Es Obligatorio
La luz del amanecer apenas teñía el cielo de un azul suave cuando la puerta del cuarto se abrió de golpe, sin previo aviso. Una voz potente y seca llenó la habitación:
- ¡Arriba, duquesa! La disciplina no se rompe solo porque tu consorte regrese cubierto de gloria y tierra.
Viktor se incorporó en la cama, cubierto por las sábanas, el cabello alborotado y el ceño fruncido.
- ¡¿Großvater?! - gruñó con incredulidad - ¡¿Qué demonios haces irrumpiendo así?!
Tharion, de pie en la puerta con los brazos cruzados y expresión imperturbable, no pareció afectado por el tono de su nieto. Observó a ambos en la cama con total naturalidad.
- Tu pequeña edelweiss tiene entrenamiento. - anunció con tono firme - No pierde sesiones, aunque el mundo se caiga. Y menos ahora que domina su habilidad.
Viktor miró a Isabella, que todavía estaba recostada a su lado, apenas envuelta en una manta, los ojos entrecerrados, pero con una sonrisa divertida asomando en los labios.
- ¿Entrenamiento? ¿Habilidad? - repitió él, perplejo y luego la miró - ¿Desde cuándo tienes entrenamiento con él?
- Desde que tú te fuiste a jugar a la guerra. - respondió Tharion, sin esperar el permiso para entrar - Tu sangre del viento es poderosa, pero aún inestable. No puede quedarse sin guía.
Viktor parpadeó, girando la cabeza entre su abuelo y su esposa.
- ¿Mi sangre del viento? - repitió en voz baja, como si estuviera escuchando un idioma nuevo - ¿La reconoces?
Isabella se estiró como una gata, aún con la sonrisa en los labios.
- Voy, abuelo. - dijo con tono tranquilo y obediente, mientras se sentaba al borde de la cama envuelta en las sábanas y buscaba su bata.
Viktor la observó como si acabara de descubrir que se había casado con una mujer completamente distinta a la que conocía.
- ¿Abuelo? - repitió, atónito.
Markel, que justo llegaba frente a la habitación con una bandeja de desayuno, se detuvo al escuchar la conversación, asomándose con una ceja alzada.
- ¿Qué ha pasado entre ustedes mientras no estábamos? - preguntó en voz baja, con tono de asombro.
Tharion soltó un bufido y giró sobre sus talones.
- Si quieres respuestas, ve al salón de entrenamiento. Adelheid los pondrá al tanto. El horario es fijo. Si llegan tarde, corren con peso extra.
Y se marchó como había venido: sin esperar respuesta, sin mirar atrás.
Desde el marco de la puerta apareció entonces Adelheid, vestida de n***o y gris, como siempre al momento de entrenar.
- ¿Van a quedarse ahí como dos nobles pálidos o quieren saber por qué Isabella me venció ayer en un ejercicio de percepción?
Viktor miró a Isabella, que ya se estaba calzando las botas con aire tranquilo. Aún no entendía cómo su dulce esposa se había convertido en la discípula favorita del viejo lobo de guerra.
- No sé si me siento orgulloso o aterrorizado. - murmuró.
Isabella le guiñó un ojo.
- Puedes ser ambas cosas. Ahora vístete o el abuelo volverá a gritar.
Viktor suspiró, tiró las sábanas a un lado y se puso en pie.
- Que alguien me explique qué diablos pasa aquí.
Adelheid sonrió con picardía, comenzando a caminar por el pasillo:
- Con gusto. Pero tendrás que correr mientras lo hago.
Salón de Entrenamiento
El aire fresco del salón de entrenamiento estaba cargado de energía. Las estelas de movimiento, casi invisibles, cortaban el espacio con cada giro de Isabella, que lanzaba una daga con precisión impecable contra el blanco marcado en la madera. La empuñadura de la siguiente arma ya estaba en su mano antes de que la anterior hiciera impacto.
Viktor observaba desde la sombra del corredor, con los brazos cruzados y el ceño fruncido, sin saber si debía sentirse orgulloso o profundamente molesto. A su lado, Adelheid seguía con atención cada movimiento, los ojos brillando con aprobación.
- Esto es una maldita emboscada. - murmuró él.
- ¿Disculpa? - preguntó Adelheid sin apartar la vista.
- Le enseñaron a luchar. - gruñó Viktor, señalando con la barbilla - A pelear de verdad. Con técnica. Con reflejos. ¿Y las dagas? ¿Quién demonios le enseñó eso? Es una mujer frágil y delicada.
- Tu la quieres frágil y delicada para protegerla como caballero en armadura. Pero tuvo que hacerse fuerte mientras no estabas para apoyarte a su manera. - respondió Adelheid con simpleza - Sus habilidades surgieron mientras no estabas y era necesario enseñarle a controlarlas. Tu abuelo. Y yo. También mi padre. Nos turnábamos como si fuéramos sus padrinos de guerra. ¿Cuál es el problema?
Viktor se volvió hacia ella con expresión contrariada.
- El problema es que no la quería en ese lado de nuestro mundo.
Adelheid alzó una ceja, divertida.
- ¿A qué te refieres?
- La sangre del viento. - dijo él en voz baja - Antes de saber lo que era. Antes de cualquier cosa. La sentí. Esa fuerza vibrando en ella. Era mía. Y ahora...
- ¿Y ahora qué? ¿Te molesta que ella haya aprendido a usarla? ¿Sin ti?
Viktor apretó la mandíbula. No tenía una respuesta que no sonara infantil.
Adelheid suspiró, cruzándose de brazos.
- Míralo desde otro ángulo. Ella te esperaba. Pero no se detuvo por ti. Quiso estar lista. Para ti, para la villa, para su gente. ¿Sabes qué hizo con su primera oleada de energía? Lloró. Gritó. Luego entrenó hasta sangrar las manos. Lo hizo sola. Porque eras tú quien la inspiraba a no quebrarse. Podía sentirte cada día.
Viktor bajó la mirada por un instante. Luego volvió a levantarla y sus ojos buscaron a Isabella justo cuando ella lanzaba la daga, giraba y atrapaba otra del aire sin dudar.
- ¿Puede sentirme? - preguntó en voz baja, como si al decirlo el mundo tomara forma.
- Si, tenía pesadillas y a veces podía sentir tu cansancio y dolor.
- No sabía...
- No es sólo por el vínculo. La habilidad que tiene no es un don menor. Control del entorno, manipulación de presión, percepción sensorial a distancia... incluso influencias emocionales. Es el legado de una línea perdida. Y ahora lo comparte contigo ya que canaliza tu barrera.
- Mi barrera ¿Cómo?
- Lord Tharion dice que es por la profundidad del vínculo que tienen. No sólo por sangre, por almas.
- Eso ya lo sé, puedo sentirlo. Pero ella...
- Siente el vínculo, pero lo resiste. Tiene miedo a entregarse por completo. Una parte de ella lo bloquea, lo racionaliza. Lord Tharion ordenó que no se le presione con eso o se desestabilizará.
- ¿Por eso siente mis emociones con tal claridad? No es de sangre pura. - preguntó él.
- En parte. También porque eres su consorte. Entre ustedes el vínculo es más profundo que un lazo físico. Ella se convirtió en algo más. Algo que solo los antiguos nobles portaban. Una protectora. Una aliada de guerra.
Viktor se quedó en silencio.
Desde el campo, Isabella giró de pronto, como si lo hubiera sentido y sus ojos se encontraron. Una sonrisa tranquila curvó sus labios, pero no se detuvo. La daga trazó el aire con precisión antes de clavarse con un golpe seco justo en el centro del blanco.
Viktor suspiró y murmuró, apenas audible:
- Voy a tener que pelear por ella otra vez.
Adelheid sonrió, bajando del corredor hacia la arena.
- Tal vez. Pero esta vez, ella puede cubrirte la espalda.
Y sin más, se colocó al lado de Isabella, quien ya lo esperaba con otra daga en mano. Viktor descendió también, con la mirada fija en su edelweiss. Ya no solo florecía en la nieve. Ahora era capaz de volverse tormenta.